Primer informe, pero del aprendizaje
Prosa Aprisa/Por Arturo Reyes Isidoro.
Tantos años haciendo periodismo en la capital de uno de los estados más politizados del país y muchos de ellos en áreas de prensa oficiales me enseñaron que el mejor informe de un gobierno es el de sus resultados.
El gobernador Cuitláhuac García Jiménez ofreció un mensaje el sábado con motivo de su Primer Informe de Gobierno (que no lo rindió ante el pueblo –fue más un acto político de partido, de Morena–, lo que tendría que haber hecho en el Congreso local ante el pleno de los diputados) cuyo contenido omitió los principales y más graves problemas de Veracruz.
Cualquier gobierno, de cualquier nivel, se mide por sus resultados, los que benefician a los gobernados. Cuando el ciudadano vota espera a cambio la satisfacción de una necesidad, de una carencia, la resolución de un problema, una mejoría en su persona y en su familia.
Me atengo al boletín oficial en el que de entrada en el primer párrafo se afirma que el titular del Ejecutivo señaló que su administración se caracteriza por la austeridad y la honestidad.
Si habló por él, no está mal. Pero creo que hay una confusión. Ser austero y honesto no es un resultado de gobierno sino que corresponde a una actitud personal, a una postura ética. Ser austero y honesto todos podemos serlo sin necesidad de ostentar ningún cargo público. Si afirma que es austero y honesto habría que creerle mientras no se demuestre lo contrario.
Preciso que si habla por él, porque no se puede decir lo mismo en cuanto a la honestidad de su gobierno. El ciudadano todos los días es extorsionado por los agentes de Tránsito o de la policía vial, como se llamen ahora, con el menor pretexto. Al ser conminado en forma arbitraria a que detenga su unidad se le somete a revisión y si demuestra que tiene todos sus documentos en regla, entonces, por ejemplo, se le pide que muestre su contrato de seguro, y así (lo afirmo por experiencia propia y la de familiares y amigos).
Las primeras palabras del boletín del informe dicen que el gobernador reivindicó el movimiento por el que arribó al Poder. O sea, el de su partido, Morena. Pero resulta que ahora es el titular del gobierno y que como tal debe dejar a un lado tintes partidistas para gobernar para todos ya que los problemas no distinguen colores ni siglas.
Dio cuenta de algunas acciones, es cierto, pero en realidad se trata de una extensión de los programas sociales del presidente, poco de programas propios para atender los problemas del Estado.
El más grave de Veracruz es el de la inseguridad y la violencia. Habló de cuatro “ejes” dirigidos a atacar “dos el problema de fondo y dos a la contención”: apoyo a los jóvenes y apoyo al campo (lo mismo que AMLO) y mejora a los policías y coordinación con las fuerzas federales.
O sea, pretende que apoyando a jóvenes y al campo se van a acabar violencia e inseguridad, o con un aumento salarial nada del otro mundo cuando los grupos delincuenciales pagan mejor, o coordinándose con las fuerzas federales, que presentó como una novedad cuando siempre la ha existido y los resultados están a la vista de todos: no han podido contener siquiera el problema, están totalmente rebasadas.
Se esperaba que el primer año de aprendizaje, que eso ha sido por la inexperiencia con la que llegaron al poder, hubiera servido para hacer un diagnóstico preciso del problema y garantizar al ciudadano que van a disminuir de verdad, a prevenir, a contener (porque creer que los van a erradicar en el corto plazo es impensable) asaltos, extorsiones, secuestros y desapariciones, feminicidios, ejecuciones, masacres, descuartizamientos humanos, incendios de negocios.
El mandatario estatal proclamó que ya se acabó la impunidad. Tampoco está en lo correcto. Tan persiste, está viva, que no se ha castigado a nadie por la masacre en el bar Caballo Blanco de Coatzacoalcos ni por la desaparición de los comerciantes de Ixtaczoquitlán, para mencionar solo dos hechos ocurridos ya en la actual administración, aunque suman cientos los casos sin el castigo a los culpables a los que ni siquiera se ha identificado.
Afirmar que en un año y solo porque él llegó al gobierno se acabaron corrupción e impunidad creo que es precipitado. Más valdría esperar a que concluya su mandato para entonces sí tener la certeza de que así fue. Insisto: los policías de Tránsito desmienten todos los días tal aserto.
Dije al inicio que el mejor informe de un gobierno es el de sus resultados. A mi paso por la función pública atestigüé que el gobernante siempre se cree dueño de la verdad, que no está equivocado, que va bien, que quienes disienten de él o lo critican son sus enemigos (conservadores, neoliberales, autoritarios, les dicen ahora los morenos). Ya no escucha a nadie, se ensoberbece incluso.
No esperaba –en mí caso personal– gran cosa de lo que dijera el gobernador dada la situación que vive el Estado, porque la realidad no solo está viva, al alcance de la vista de todos, sino que es muy cruda en muchos casos, con tanta violencia e inseguridad, desempleo, falta de medicamentos para enfermos de cáncer, abigeato, dengue, falta de inversiones privadas, nepotismo, retraso casi al grado de subejercicio de recursos públicos, etc.
Esperaba escuchar que anunciara que pedía a todos los senadores y diputados veracruzanos, de todos los partidos, defender en el Congreso federal que no se recorten recursos para Veracruz en el Presupuesto de Egresos de la Federación que debe aprobarse este miércoles, e incluso que los aumenten; es decir, que reclamen lo que en justicia le corresponde por todo lo que aporta (que aportamos todos los veracruzanos) a la nación. Se guardó silencio.
La misma publicidad con la que se promocionó el informe era desalentadora (y la continúan repitiendo), no decía nada que me alentara a pegarme a la radio, a sentarme a escucharlo y verlo por televisión, por ejemplo: “Por primera vez un gobierno trabaja para no dejar a nadie atrás” (¡¡¿?!!). Atrás de qué o de quién y para qué.
Como no esperaba gran cosa, no me desalentó, pues, mayormente.
Pero tuve curiosidad por saber cuántos gobernadores a los que se invitó (“sobre todo a los que rodean Veracruz”, había dicho el propio gobernador en declaraciones a la prensa) habían asistido, siquiera para tener una idea del peso político del mandamás del Palacio de Gobierno. No vino ninguno. A Veracruz lo “rodean” Tabasco, Chiapas, Oaxaca, Puebla, Hidalgo, San Luis Potosí y Tamaulipas. Ninguno.
Vienen las comparecencias de los secretarios de despacho y del propio gobernador. Ya se ha visto cómo “planchan” a los diputados de la oposición para que sirvan de comparsa y aprueben y aplaudan al jefe político de los morenos, sus proyectos, sus iniciativas, sus decisiones. Puede haber sus excepciones pero el tono será el mismo.
En once días más se cumplirá exactamente un año, el primero, de la actual administración. Repito, este más que de ejercicio de gobierno ha sido de aprendizaje, lo que no los exime de la responsabilidad de ser buenos gobernantes, esto es, de responder y estar a la altura de las expectativas que despertaron entre los ciudadanos pero que no han cumplido más que en mínima parte.
Ya solo faltan cinco años para que termine este gobierno. Cuando reivindican “el movimiento” por el que llegaron al poder están diciendo que todo seguirá igual, que seguirán con su mismo guion. No hablaron de corregir o de rectificar. Dejémosle el beneficio de la duda. Qué más se puede perder que no se haya perdido ya.